Ignorar a los abusadores no es opción: Notas de una reportera cubriendo presuntas agresiones a migrantes detenidos por ICE

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Published on: July 21, 2023

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Durante los últimos meses, he trabajado en un documental de audio para Futuro Investigates. En el inicio de la historia, hay una advertencia: Esta es una investigación sobre abuso sexual en los centros de detención de ICE. Solo queremos que estés preparado.

Es una aviso habitual para proteger a la audiencia. Sin embargo, para los periodistas, no hay uno similar.

El otoño pasado, Maria Hinojosa, presentadora de Latino USA y productora ejecutiva de Futuro Investigates, y yo estábamos en Texas, entrevistando a una joven solicitante de asilo de Venezuela, a quien llamaremos Viviana.

Había comenzado a trabajar como productora asociada en Futuro Investigates solo un par de meses antes. Este fue mi primer viaje para un reportaje y Viviana fue la primera fuente que conocí en campo para este trabajo. La presión de demostrar mi valía me abrumaba.

Maria hacía las preguntas, mientras yo sostenía el micrófono y tomaba notas. Luego, cuando llevábamos unos 30 minutos conversando, Viviana reveló algo personal y traumático. Nos contó que fue agredida sexualmente por un enfermero en un centro de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en Georgia.

Los detalles perturbadores de la historia de Viviana me tomaron por sorpresa. De repente, sentí como si estuviera flotando. Sin darme cuenta, bajé el micrófono. Maria lo tomó inmediatamente y lo levantó.

Nunca se lo dije, pero me sentí poco profesional por permitir que mis emociones interfirieran con mi trabajo. Maria nunca me reprendió, ni siquiera me habló sobre mi descuido, así que creo que confiaba en que había aprendido del incidente.

De hecho, lo hice, y no solo a partir de ese momento. Antes de que comenzara la entrevista, Maria le preguntó a Viviana si podía besarla en la mejilla, como acostumbramos a saludar a la gente en nuestra cultura latina.

“¿Puedo?”, preguntó Maria. Viviana asintió.

Un abrazo aparentemente inofensivo o un toque en el hombro pueden desencadenar diferentes emociones en diferentes personas. Aquella tarde en Texas, aprecié que Maria le pidiera permiso a Viviana antes de aproximarse a ella. Es algo que me acompañará e implementaré en el futuro.

Creo que también significó algo para Viviana, quien minutos después se sentó y dijo que se sentía cómoda y segura. Ella nos confió su testimonio. Otra integrante del equipo estaba con nosotros ese día: la periodista india Zeba Warsi, co-conductora de Maria en la historia. Maria le explicó a Viviana por qué estábamos allí y cómo proveníamos de familias de inmigrantes.

Construir confianza con una fuente comienza y termina más allá de una entrevista. No creo que se deba fabricar una intimidad, pero sí considero que debe tratarse a la fuente con consideración. Y a partir de estos simples gestos de transparencia y cuidado, vi a Maria crear una conexión, basada en años de práctica en el trato con personas que han sufrido experiencias traumáticas.

Durante décadas, Maria ha cubierto redadas de ICE, abusos en centros de detención de migrantes y ha viajado para encontrarse con mujeres presuntamente víctimas de abuso sexual mientras estaban detenidas. En 2011, fue reportera y presentadora de un documental de FRONTLINE sobre cómo la administración de Barack Obama incumplió su promesa de volver más humano el sistema migratorio de detención.

Diez años después, Zeba lo vio como parte de su reportería para su tesis de posgrado sobre personas abusadas mientras estaban bajo custodia de ICE. Maria se convirtió en una inspiración para ella. Varios meses después, Zeba y Maria decidieron colaborar en el documental de audio, que es la pieza principal de esta investigación. Esto llevó a meses de reportería y a tres viajes. 

Durante un mes, Maria, Zeba y yo viajamos los fines de semana para entrevistar a mujeres como Viviana, quienes alegaban que fueron agredidas sexualmente mientras estaban detenidas por ICE. Al escuchar las historias horribles de estas mujeres, sentí ira, tristeza y dolores de cabeza que persistían en mi cuerpo durante días o semanas.

Siempre me sentí agradecida porque no estaba haciendo este trabajo sola. Antes de Futuro, trabajé como productora de temas fronterizos e inmigración en Texas. Sin la compañía de otro periodista, entrevisté a personas y sabía que, en ocasiones, era un trabajo solitario. Incluso con la ayuda de una terapeuta, puede ser una carga personal muy pesada procesar historias de violencia, separación familiar y trauma.

Ahora, con Futuro, estaba trabajando con un equipo completamente femenino. Un fin de semana tras otro, presenciamos el sufrimiento de estas mujeres y, aunque no teníamos mucho tiempo personal para descomprimir en los días de trabajo entre semana, nos teníamos unas a otras durante el viaje. Después de las entrevistas, por ejemplo, a menudo cenábamos y conversábamos en lugar de irnos directamente a casa por separado.

Al final de las entrevistas, me animaba observar cómo las mujeres se veían aliviadas tras compartir sus historias. Maria a menudo concluía las entrevistas con palabras de aliento y con una mirada hacia el futuro. Le dijo a Viviana que la veía convertirse en abogada. El rostro de Viviana se iluminó tímidamente.

Y concuerdo. Tengo en la memoria el análisis sofisticado de Viviana sobre el sistema de inmigración de Estados Unidos como un negocio y su silencio como algo lucrativo para que así se mantenga.

En nuestro audio documental, describimos a Viviana como una mujer asombrosamente bella. Y lo es. Tiene el pelo negro y largo. Una figura curvilínea. Viste con estilo. Y lo mismo se puede decir de Mari, una ex fisicoculturista quien alega que fue agredida por el mismo enfermero que Viviana, en el mismo centro de detención en Georgia. Por cierto, estos no son sus nombres reales; las llamamos así para proteger sus identidades.

Entrevistamos a Mari el fin de semana después de conocer a Viviana, en Illinois. A partir de los estragos psicológicos a largo plazo de los que habló, profundicé en el rigor que se requiere para contar con sutileza la devastación que los poderosos pueden causar, no solo en el cuerpo, sino también en el alma.

Escapando de un régimen autoritario en su Venezuela natal, Mari llegó a Estados Unidos, buscando una vida libre. Ahora, se siente silenciada, ya que ICE no ha resuelto sus denuncias de abuso, ni las de Viviana. Hoy, ambas mujeres están lejos de su presunto agresor, pero dicen que viven en terror psicológico todos los días.

Mientras escuchaba a Viviana y Mari detrás del micrófono, vi a estas mujeres sentirse cobardes cuando fueron valientes, débiles cuando arriesgaron su seguridad. Las vi admitir que trataban de lucir menos atractivas, o menos tradicionalmente femeninas, porque sentían que su belleza las había afectado. Mari admitió haber tenido días cuando se odiaba a sí misma. Ahora intenta “parecer un chico” para evitar cualquier atención adicional hacia su cuerpo.

Las experiencias de Viviana y Mari me recordaron cómo, de niña, mis amigas y yo a veces hablábamos de lo que significaba cuando alguien nos trataba mal. Cuando era una niña, probablemente era porque tiene celos de ti. Y cuando era un niño, probablemente era porque le gustas.

Cuando somos niñas y mujeres jóvenes, a menudo nuestros padres o amigos nos dicen que los acosadores nos maltratan por deseo. Nos dicen que una persona trata a otra con crueldad manifiesta o casual porque, tal vez, somos inteligentes, jóvenes o hermosas. Nos enseñan a pensar que los agresores sienten o ven algo que tenemos y ellos no. De alguna manera, se justifica su comportamiento ofensivo.

Cuando crecí, familiares, asesores y amigos me dijeron que habría comportamientos incorrectos o agresores en casi todos los entornos. Principalmente, me dijeron que me preparara para lo peor en cualquier lugar y que no respondiera a los ataques. Solo ignóralos.

Pero ahora lo entiendo de manera diferente. Si bien el riesgo de mal comportamiento, o algo peor, puede existir siempre, no debería considerarse como normal. Eso solo lleva a la insensibilización, no a la “preparación”. Y los abusadores no deberían recibir ningún tipo de consideración.

Me deprimió escuchar que tanto Viviana como Mari estaban cambiando su apariencia para mantener alejados a posibles agresores. Pero a la mayoría de las mujeres nos han dicho, en algún momento de nuestras vidas, que el comportamiento cruel de otro tiene algo que ver con nosotras.

La verdad es que los abusadores no nos maltratan por deseo ni por nada que nosotras tengamos o nosotras seamos. Nos maltratan porque existe una cultura de falsedad y secreto que los protege.

Viviana y Mari emigraron a Estados Unidos, incluso sabiendo de los desafíos potenciales. No eran ingenuas. Estaban familiarizadas con los sistemas de inmigración y de poder de Estados Unidos. Anticipaban las dificultades. Pero a pesar de la capacidad inherente para la crueldad humana, nunca esperaron que los poderosos actuarían como si no pudieran controlarse. Nunca esperaron ser víctimas de abuso.

Después de cada entrevista, me sentí desanimada y fue desalentador ver que alguien tan exitosa como Maria también tenía días cuando se sentía ineficaz. En redes sociales, Maria compartió cómo los testimonios de estas mujeres la conmovieron.

“Llorando mientras camino por el aeropuerto. Maldito este país que dice amar a los inmigrantes y refugiados. Nos tratan peor que a los animales”, escribió en un tuit.

Después, Maria me dijo que escuchar los relatos de estas mujeres, décadas después de que comenzó a reportar este tipo de denuncias, la hizo preguntarse cuánto impacto ha tenido su carrera. ¿Cuánta rendición de cuentas ayudó a obtener si aún está escuchando a mujeres contar historias similares de abuso? Intentaba no pensar en eso por mucho tiempo, dijo.

Maria tenía razón en algo: Viviana y Mari no son las primeras mujeres en denunciar abusos en los centros de detención de ICE. Lamentablemente, tampoco serán las últimas.

“Cada día en Estados Unidos los hombres son violentos. Su violencia es considerada ‘natural’ por la psicología del patriarcado, que insiste en que hay una conexión biológica entre tener un pene y la voluntad de ejercer violencia”, escribió bell hooks, una de mis autoras favoritas, en su libro La voluntad de cambiar: Hombres, masculinidad y amor.

En el mismo libro, hooks menciona un informe de la Organización de las Naciones Unidas que afirma que la violencia contra las mujeres es “la forma más extendida de abuso de los derechos humanos en el mundo”. Unas frases más adelante, agrega una cita de la Asociación Médica Estadounidense que concluye que “la agresión sexual y la violencia familiar están devastando el bienestar físico y emocional de Estados Unidos”.

Estos informes son de los años 90. El libro se publicó en 2004.

Casi dos décadas después, me gradué de la universidad. En la escuela, mis profesores me advirtieron que tal vez no vería los frutos financieros de mi trabajo en el periodismo. No dijeron que tal vez no vería los frutos de mi verdadero trabajo, o que no siempre tendría éxito en hacer que los poderosos rindan cuentas.

Al igual que Viviana y Mari, sabía que había riesgos. No importa cuántos controles y equilibrios de poder existan, siempre se puede elegir ser corrupto. Ahora también estoy segura: mi única opción es tomar mi pluma y micrófono y seguir diciendo la verdad.

Agradezco a Maria y Zeba por elevar y amplificar las voces de mujeres como Viviana y Mari. Después de muchos años de seguir informando sobre “la misma vieja historia”, las aprecio por no permitir que el daño pase desapercibido y por seguir publicando estos horrores, para los registros a largo plazo.

Como periodista que recién comienzo mi carrera, aprecio que Maria sostuviera el micrófono y, finalmente, me lo pasara cuando estuve lista para continuar donde ella lo dejó. Espero que sea un recordatorio para todos: se puede causar daño, pero no importa cuántos años pasen ni cuántas veces nos lo cuenten, el abuso es horrible.

Puede que se necesite un equipo de periodistas o décadas –puede afectar a mujeres– pero siempre debe contarse, y nunca ignorarse. Y espero que el abuso siempre me desconcierte. Al menos, sabré que estaba escuchando, con cuidado.

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