Opinion
“Baja La Cabeza, Trabaja, No Te Quejes”: Lo Que Aprendí Investigando el Trabajo Temporal de Agricultores Extranjeros en Estados Unidos
Translated by Eida del Risco
Opinión
Soy una persona que nunca doy por hecho la abundancia de productos agrícolas.
Eso me sucede porque he reportado sobre el programa de mano de obra agrícola extranjera temporal en Estados Unidos desde 2018.
Durante una década, he reportado sobre inmigración y comunidades inmigrantes, así que conocía las visas H-2A. Conocía a los hombres —porque casi todos son hombres— que venían a Estados Unidos a trabajar en la agricultura durante meses y después regresaban a México —ya que en su mayoría, son mexicanos.
Tenía idea de las terribles condiciones de vida y trabajo, documentadas o no, de muchos trabajadores agrícolas. Sabía que los ciudadanos estadounidenses se negaban a llevar a cabo ese agotador trabajo físico. Sabía que las granjas estadounidenses se aprovechaban del estatus migratorio de los trabajadores para pagarles lo menos posible (casi siempre menos del salario mínimo del estado). Sabía que esta necesidad de traer mano de obra extranjera era una realidad desde hacía décadas y que había empezado oficialmente con el Programa Bracero, como una solución a la escasez de mano de obra estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.
Así que no me sorprendía ver que Estados Unidos y México se pasaban la bolita cuando surgían problemas porque, a fin de cuentas, el programa existe para servir a los empleadores agrícolas de Estados Unidos.
Lo que sí me sorprendió fue ver lo poco que la gente sabía sobre el lado oscuro de este programa. A medida que investigaba más, cada vez que les contaba a amigos y parientes, e incluso a colegas, lo que había averiguado en mis viajes reportando esta historia me decían cosas como “¿De verdad? ¿Están tan mal las cosas?”
Cada una de estas reacciones reafirmaba mi convicción de que estábamos contando algo importante. Una historia sobre un sistema fallido. Una historia acerca de los trabajadores expertos, la mano de obra especializada de quienes dependemos y aun así insistimos en llamarles “no calificados”, o “poco calificados.” Una historia sobre las experiencias de los trabajadores a través de sus ojos, en sus propias voces.
La mayor revelación ocurrió durante uno de mis viajes de reportería. Ahí fue cuando entendí : los trabajadores H-2A operan bajo la regla implícita de “baja la cabeza, trabaja, no te quejes”.
He conocido a hombres fuertes –con profundas líneas en la cara por los años de trabajo expuestos al sol, y cuyas manos cuentan la historia de todo lo que le han entregado a este país–echarse a llorar frente a mí cuando hablan de los horrores del programa. Estuve en el epicentro de las visas H-2A en México y sentí el poder que tienen los reclutadores allí.
Llegué a ver las fallas de una situación en la que la demanda de trabajadores para las granjas estadounidenses es alta y la necesidad de trabajo en México lo es aún más. Esto acaba funcionando como una puerta giratoria donde el empleador sale ganando. Si los trabajadores se quejan de sus precarias condiciones de vida o del robo de salarios, los despiden y contratan a otros empleados que no se quejen y que no denuncien la situación.
Durante la administración de Trump se emitió un número récord de visas H-2A a casi 250,000 trabajadores. Esto provocó muchos abusos. Y aunque resultaría fácil culpar al presidente más abiertamente antiinmigrante en la historia reciente, la verdad es que Donald Trump lo único que hizo fue decir en voz alta lo que siempre se había sabido: estos solo son trabajadores que Estados Unidos usa y descarta cuando le conviene. Para muchos políticos y dueños de granjas agrícolas, estos trabajadores no son personas, solo son mano de obra.
Esta historia de décadas de dependencia de mano de obra sin justicia para el trabajador se hizo más evidente durante la pandemia. La administración Trump cerró todas las fronteras y suspendió la aprobación de visas en el extranjero. Al mismo tiempo, aceleró el procesamiento de visas para estos trabajadores agrícolas, porque sin ellos no podíamos cosechar el campo.
Quizá hayas visto fotos, memes e imágenes de trabajadores mexicanos, centroamericanos y otros trabajadores migrantes recogiendo frutas y verduras en condiciones climáticas extremas. Es probable que hayas leído las investigaciones sobre las condiciones de vida horribles a las que están sometidos los trabajadores y las condiciones de trabajo peligrosas e ilegales que son obligados a soportar.
Esperamos que escuches nuestra investigación y que te enteres de los millones de dólares en salarios que les deben a estos trabajadores pero que han terminado en manos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, no en los bolsillos de quienes que se lo ganaron.
Esto ha pasado durante décadas, y la gente en posiciones de poder, quienes podrían cambiar este programa, sabe desde hace años que estos problemas existen. Los gobiernos de Estados Unidos y México han sido contactados por innumerables organizaciones y activistas de derechos laborales, pero no ha habido grandes reformas. ¿Qué más falta para que mejoren las cosas?
Por otra parte, no puedo dejar de mencionar la dicotomía del programa. El hecho de que el programa permita a alguien venir a Estados Unidos para hacer un trabajo por el que en México pagarían una décima parte, ha hecho que generaciones de familias en México puedan construir casas, tener su propio negocio y mantener a su familia. Cosas que no hubieran podido tener si hubieran trabajado cosechando frutas y verduras en México.
Pero tuvieron que dejar su juventud y su fuerza a otro país. Un país donde se pasan la mitad del año alejados de sus familias. Un país donde pagan impuestos sin recibir beneficios y no se pueden quedar a vivir, donde no tienen una vía legal para hacerse residentes permanentes o ciudadanos y al que no pueden traer a sus familias.
La gente que vive fuera de Estados Unidos tiene una percepción de que las cosas aquí son más justas. Por eso es que tantas personas optan por viajar a hacer estos trabajos temporales y les dedican todo su esfuerzo, con la esperanza de que les paguen lo que les prometieron. Esperan que exista un cierto grado de protección ya que se trata de un programa del gobierno de Estados Unidos.
Hay dos cosas que quiero recalcar. A pesar de las fallas conocidas y de la falta de supervisión en el programa de visas H-2A, el Congreso y la Casa Blanca están considerando expandirlo sin reformarlo completamente. Y, como estas son las únicas visas de no-inmigrantes que no tienen un límite, el número de solicitudes sigue elevándose y ha llegado a 300,000 visas aprobadas en un solo año. Más trabajadores agrícolas H-2A equivale a más abuso, como lo muestra nuestro reportaje.
He tenido el privilegio de conocer personalmente a trabajadores H-2A. Todavía pienso en Adrián, su padre, Víctor, y las oportunidades que generaciones de trabajo H-2A le brindaron a su familia. Pienso en los dos hermanos de Guanajuato que vinieron a Estados Unidos, sufrieron abusos y ahora están México, enfrentando consecuencias a largo plazo por denunciar su situación. Pienso en los tres jóvenes con pantalones entubados que conocí en Monterrey y lo poco que sabían sobre el largo camino que les aguardaba hacia lugares de los que nunca habían oído. Pienso en Omar, de Michoacán, llorando frente a mí, y en los cosechadores de fresas en Pasco, Washington, a los que no les pagaron lo que habían ganado.
Es por ellos que, para mí, es todavía más frustrante ver la inactividad de los que ostentan el poder, los que pueden mejorar el programa de manera que proteja los derechos humanos y laborales de los trabajadores agrícolas extranjeros.
Espero que después de leer esto, escuche las dos partes de nuestro programa especial “Head Down”.