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Sobrevivieron a un Incendio en Harlem. Ahora, Están Luchando por Respuestas con el Propietario y Las Autoridades de la Ciudad
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Una de las imágenes que Efraín Sarmiento recuerda tras el incendio en su apartamento de Harlem son las renegridas huellas de manos hechas de hollín, impresas en las paredes del complejo. Tras tomar su noche libre, regresó a casa y cayó rendido en el sofá de su apartamento de un cuarto. A mitad de noche, lo despertó el olor a humo. Nunca oyó que sonaran las alarmas de incendio.
Cuando abrió la puerta de su apartamento, solo sintió una ráfaga de calor en la cara y el cuerpo. Vio lo que él describe como un humo negro como el carbón. Asustado, cerró de un tirón la puerta para protegerse del humo. Presa del pánico, agarró su billetera y la tiró ventana afuera con otras pertenencias. Zapatos. Chaquetas. El pasaporte. Todo lo que pareció importante. Trepó por la ventana de la sala y bajó la escalera de incendios del edificio de cinco pisos. Solo llegó hasta el segundo. La escalera que debía llegar hasta la planta baja no funcionaba.
“Tuve que saltar”, dice, para salir antes de que ya fuera muy tarde.
Sarmiento recuerda el puro pánico de los vecinos saliendo en aquella fría noche de otoño. Y a otros que corrían desnudos hacia afuera, con tal de huir de las llamas.
Más de cien bomberos respondieron a la emergencia del número 1833 del Adam Clayton Powell Boulevard, que empezó sobre la 1:30 a.m. de la madrugada del viernes.
“Quisieras borrarlo de tu mente. Quisieras borrarlo del alma”, dice Sarmiento sobre el siniestro. Tras el fuego, debido al trauma, evitaba volver a casa. A veces se quedaba afuera tan tarde como podía o terminaba pernoctando en casa de un amigo. El sonido de las sirenas lo retraumatizaba. Meses después del fuego, todavía podía oler trazas de humo en su edificio.
Un costo fatal
Tres personas murieron tras aquel siniestro de noviembre de 2021, en Harlem. Una madre en sus treinta, su hijo de tres años, y un señor octogenario, veterano de Vietnam y profesor retirado de música. Al menos dos de ellos fallecieron por inhalación de humo durante el incendio.
Varios de los vecinos de Sarmiento también sufrieron los efectos de inhalar el humo. Tras el fuego, algunos a la postre se mudaron o fueron ubicados en el sistema de refugios, por lo dañado de sus hogares. Otros, como Sarmiento, viven con los recuerdos y el trauma de sobrevivir al fuego.
Sarmiento dijo que no había detectores de incendio instalados en el pasillo de su piso. Cuando averiguó más, se enteró de que muchos de sus vecinos tampoco contaban con detectores operativos. Los residentes del edificio insisten en que, de haber tenido detectores de humo y monóxido de carbono funcionales, se hubieran salvado vidas.
Dieciséis inquilinos han denunciado al propietario Manhattanville Holdings, LLC, por tener detectores de humo y monóxido de carbono, faltantes o rotos, entre otras infracciones al código de vivienda.
También denunciaron a agencias de la ciudad, incluyendo al Departamento de Preservación y Desarrollo de Vivienda de la Ciudad de Nueva York (HPD) por sus siglas en inglés. El grupo de inquilinos quiere que se cubran los costos de reubicación y almacenamiento, y el reembolso por los daños en sus departamentos ocasionados por el fuego.
Desde el siniestro, los residentes están en litigio con el Departamento de Preservación y Desarrollo de la Vivienda (HPD) de la ciudad Nueva York, y con el arrendador Manhattanville Holdings LLC, por la falta o rotura de los detectores de humo y monóxido de carbono en las áreas comunes del complejo, entre otras infracciones habitacionales.
Ni el HPD ni los abogados de Manhattanville Holdings LLC respondieron a las preguntas de Futuro Investigates.
Los detectores de humo y monóxido de carbono son un requisito de todos los apartamentos de la ciudad de Nueva York, pero siguen ocurriendo infracciones de vivienda referidas a la seguridad contra incendios. Un análisis de datos hecho por Futuro Investigates muestra que la mayoría de las infracciones relacionadas con el monóxido de carbono son el Bronx, Brooklyn y Manhattan.
- Para obtener más análisis de datos y nuestro reportaje sobre el envenenamiento por monóxido de carbono, lea además “Cómo mantenerte a salvo del envenenamiento por monóxido de carbono”
De acuerdo con información del Portal de Datos Ambientales y de Salud de la ciudad de Nueva York, Central Harlem se ubica en los últimos tres lugares en cuanto a problemas de mantenimiento de vivienda, como pintura descascarada, casas con grietas y agujeros e incidentes con monóxido de carbono como resultado de no tener detectores.
Según este informe, el edificio tiene abiertas más de 80 violaciones de vivienda que se remontan a 2015, algunas de las cuales están esperando confirmación de la HPD para que se cierren. Además, las llamadas más comunes al 311 de los inquilinos en los últimos tres años son quejas relacionadas con la falta de calefacción y agua caliente, problemas de plomería y problemas con el yeso y la pintura.
Aunque Manhattanville Holdings, LLC figura en la demanda, otros documentos de la ciudad muestran que el edificio fue comprado en el año 2013 por 1829-1835 7 LLC. Ambas compañías tienen la misma dirección en Brooklyn.
El abogado que representa a Manhattanville Holdings, LLC en la demanda no respondió a las solicitudes de comentarios a Futuro Investigates.
Una solución sencilla
La mayoría de las personas que mueren en un incendio no fallecen por el fuego en sí, sino por inhalación de humo. El envenenamiento por monóxido de carbono es la primera causa de muerte al inhalar humo. El humo de un fuego tiene contaminantes atmosféricos: monóxido de carbono, dióxido de carbono y hollín (en partículas). Un ejemplo de cuán letal resulta el humo lo constituye el incendio de Twin Parks en el Bronx, donde murieron 17 personas en 2022. Todas las víctimas perecieron por inhalación de humo.
Las alarmas de humo y los detectores de monóxido de carbono funcionan de manera muy sencilla y resultan rentables. Una alarma de humo se activa al detectar micropartículas en el aire y su costo llega a ser de solo $10. Un detector de monóxido de carbono mide la cantidad en partes por millón de esa sustancia en el aire, y puede costar tan poco como $20. De funcionar de manera apropiada, ambos detectores emiten una alarma si existen cantidades peligrosas de humo y monóxido de carbono en un área, y con tiempo suficiente para que las personas escapen, evitando lesiones o algo peor.
Más de seis meses tras el incendio del edificio del número 1833, todavía quedaba hollín por todo el apartamento de Sarmiento. También tuvo que enfrentarse a otros peligros en casa, como las chispas emitidas en su cocina por los enchufes eléctricos, por los tomacorrientes, y por la caja de fusibles. Incluso su techo tenía goteras.
Otros residentes necesitaron de arreglos en sus apartamentos tras el fuego. Había también ventanas rotas, pisos derretidos y radiadores ruidosos soltando vapor en los pasillos.
Frustrados por estas reparaciones desatendidas, los residentes prepararon y presentaron una querella legal en junio de 2022. “Es una batalla constante”, dice Sarmiento, “que hagan las cosas de manera humana en nuestro edificio”.
Quién vive en Harlem
La gente que habita en los casi 50 apartamentos del número 1833 son un microcosmos de Harlem. Una inquilina ha vivido toda su vida en el edificio. Otro se mudó desde el Midwest pocos meses antes del incendio. Algunos son nativos de Nueva York; otros, inmigrantes.
Oriundo de Texas, Sarmiento ha vivido intermitentemente en Harlem por unos 20 años. Su apartamento está repleto de su propia pintura abstracta, un teclado, y un crucigrama publicado en The New Yorker. Toca piano, guitarra y trompeta. Meses después de los días festivos, un arbolito de Navidad decorado con cintas rojas, adornos brillantes y una estrella dorada en la punta, continúan junto a su televisor de pantalla plana.
“Amo la navidad”, dice. “Es una sensación de felicidad”.
A Sarmiento le gusta que su apartamento quede cerca del Central Park Norte, de una piscina pública y las tiendas de la calle 125.
“Una ciudad dentro de la ciudad”, dice refiriéndose a Harlem.
Siendo tradicionalmente un barrio negro desde por lo menos los 1900s, y aún hoy con una mayoría negra, esa población más recientemente comenzó a disminuir de manera continua.
En el Distrito Comunitario 10 de Manhattan, que incluye Central Harlem, casi una cuarta parte de los residentes son inmigrantes. Más de cuatro de cada diez residentes son negros y casi tres de cada 10 son latinos.
Sheena Morrison, residente negra de larga data, ha vivido en el edificio del número 1833 desde 1982. Es de Harlem y este fue su primer apartamento.
“Siempre ha sido mi hogar”, dice Morrison.
Se acuerda de cuando era más joven, sentada en los escaños y pasando tiempo en la esquina con sus amigos.
“Cada manzana tiene su gente”, dice. También recuerda los días en que era difícil conseguir comida a domicilio, porque nadie quería venir a Harlem por el miedo a la delincuencia. Ahora, abundan los restaurantes donde sentarse.
Al inicio de los 2000s, recuerda cómo más personas blancas se mudaban al vecindario.
Dice que la zona ahora cuenta con múltiples espacios seguros para los residentes adinerados.
“Y luego están las partes en ruinas y deterioradas de manzana en manzana, como en la Séptima Avenida [Adam Clayton Powell Boulevard], donde vivimos”, dice.
La mayor parte de las viviendas en el vecindario son edificios de antes de la Segunda Guerra Mundial, similares al del número 1833, así como townhouses de caliza roja (brownstones). Las esquinas de Central Harlem están repletas de bodegas y delis para gourmets. En las calles se suceden los centros para personas mayores, las Citi Bikes y los jardines comunitarios. Los vendedores comercian fresas, plátanos y mandarinas, al lado de restaurantes chics y enormes filas para los donativos de comida.
Infracciones conocidas
Sarmiento sabía de los problemas en su edificio antes de mudarse al complejo, en junio de 2021, harto de pagar entre $200 y $300 por noche por una habitación de hotel. Tenía un historial de mal crédito y afrontaba dificultades para hallar sitios donde alquilar. Un corredor halló al cabo a un dueño de apartamento que estuvo dispuesto a considerarlo, siempre y cuando le mostrase una prueba de sus ingresos.
“Estaba desesperado”, dice Sarmiento. Y se quedó con el apartamento en aquel edificio de renta fija. Actualmente paga unos $2,200 por mes por su apartamento de una sola habitación. Sarmiento llama a este precio una ganga.
Tan pronto como se mudó, se hicieron evidentes los problemas. No había nevera ni estufa. El fregadero siempre goteaba. El ascensor no cesaba de romperse. Notó la presencia de roedores.
Morrison, la inquilina de larga data, dice haber visto cómo el edificio cambió no pocas veces de administración y de dueño. Lo único que no ha cambiado es el modo en que tratan a sus inquilinos.
A veces prometen acometer las reparaciones necesarias. “Y luego hacen apenas lo mínimo”, dice Morrison.
Recuerda una vez en que ella necesitó una nevera. Le enviaron una, pero infectada de cucarachas.
Según el último informe de NYC Vacancy, los inquilinos negros y latinos, independientemente de sus ingresos, constituyen el mayor porcentaje de inquilinos con tres o más problemas de mantenimiento en sus casas. Esto incluye al ascensor roto del número 1833, roedores, y cortes de agua.
“Desde 2015, hubo muchas infracciones de HPD en el edificio, tanto en áreas comunes como en apartamentos individuales”, dice Rakhil Tilyayeva, abogada de Servicios Legales NYC, quien representa a algunos de los inquilinos en la querella legal. Algunas de dichas infracciones eran en las condiciones de seguridad contra incendios, incluida la falta de puertas con cierre automático, así como detectores inoperantes de humo y monóxido de carbono.
“Como el dueño dejó que muchas de las infracciones no se solucionaran por años, en última instancia [creemos] eso resultó en que, dadas las condiciones, el incendio resultara al menos exacerbado”, dijo Tilyayeva.
HPD cuenta actualmente con 292 inspectores de vivienda, de acuerdo con la agencia. Su trabajo consiste en investigar las denuncias de los inquilinos, incluida la falta de calefacción o agua caliente, problemas relacionados con la pintura a base de plomo, y asegurar que los apartamentos tengan detectores funcionales. Los activistas dicen que ese número no es suficiente, ante el gran número de denuncias habitacionales.
Cuando Futuro Investigates les preguntó sobre la capacidad de la agencia para hacer frente a las violaciones peligrosas de viviendas, HDP dijo en un comunicado: “Confiamos en la capacidad de nuestro equipo de inspección de viviendas para satisfacer las necesidades”.
En cuanto a la demanda, la agencia dijo: “Al igual que con cualquier litigio iniciado por los inquilinos, el papel de la HPD es garantizar que el propietario de la propiedad cumpla con el Código de Mantenimiento de Viviendas“. El código incluye proteger a los inquilinos de condiciones inseguras.
Los residentes actúan
Morrison dijo que, después del siniestro, hubo falta de comunicación por parte de la administración del edificio. No hubo un cronograma sobre cuándo se repararían las cosas.
“Era más de lo mismo, en esencia”, dijo.
Los vecinos del edificio comenzaron a organizarse y crearon una asociación de inquilinos. Estos le escribieron una carta de reclamación al propietario, expresando su frustración y solicitando soluciones para los tan necesarios arreglos.
“De hecho, siete meses después, ahora encontramos que no tenemos superintendente, el elevador no funciona, y las reparaciones más básicas han sido ignoradas”, decía la carta.
Como no ocurrieron tales reparaciones, decidieron que ya era más que suficiente. En junio de 2022, siete meses después del fuego, los inquilinos presentaron su querella legal contra NYC HPD y Manhattanville Holdings LLC.
“Pienso que nuestra asociación de inquilinos simplemente surgió de la frustración de que ellos no respondieron a las reparaciones básicas”, dijo Morrison.
Junto con la demanda, los inquilinos decidieron hacer una huelga de alquiler. Algunos inquilinos se niegan a pagar la renta hasta que se cumpla una lista específica de demandas. Esta puede ser una táctica útil contra los propietarios inflexibles, pero a veces conlleva el riesgo de desalojo y un historial crediticio negativo según Tilyayeva, la abogada que representa a los inquilinos.
Ella dijo que las huelgas de alquiler son legales y que los inquilinos pueden suspender sus pagos de renta hasta que se les provea con las reparaciones y servicios básicos. La desventaja en potencia es que los inquilinos pueden ser incluidos en una lista negra. Tales listas son ilegales en el estado de Nueva York, pero podría resultar difícil hacer cumplir la ley al respecto.
Además de las reparaciones básicas, el grupo de inquilinos pide que se les cubran sus costos de reubicación y almacenamiento, y que se les reembolsen los daños en sus apartamentos causados por el incendio.
Algo inesperado
A principios de abril, un inquilino envió un correo electrónico a la compañía administrativa, solicitando una cámara o un nuevo sistema de seguridad, pues se sospechaba que alguien estaba intentando configurar la puerta de entrada del edificio para que no cerrara ni se bloqueara. La respuesta fue que había un nuevo gerente del edificio.
“Así fue que nos enteramos”, dice Morrison.
Morrison agregó que después recibió una carta informando a los inquilinos que Manhattanville Member, LLC ahora administra el edificio.
Tilyayeva, representante legal de los inquilinos, se sorprendió al enterarse de este cambio. Morrison estaba molesta por el cambio en la administración de la propiedad del edificio, pero no sorprendida. Ha visto que la administración cambia con frecuencia.
Por ahora, la demanda sigue en pie y los residentes continúan reservando su renta hasta que la Corte determine qué sucederá con su caso.
Morrison espera que la nueva administración, y eventual propietario, pueda romper con el patrón del pasado y cumplir con el contrato básico entre los residentes y el propietario: pagamos la renta, ustedes hacen las reparaciones, especialmente aquellas que aseguran que los inquilinos estén seguros.
[Esta es la segunda historia de la serie “El aire que no percibimos: el insidioso asunto del monóxido de carbono”. La serie es producida por Futuro Investigates como un proyecto de la beca de datos 2022 del Centro Annenberg de Periodismo de Salud de la USC. Puedes leer la primera historia aquí.]