Reporter’s Notebook
Lo que aprendí de las activistas feministas en El Salvador: Diario de una reportera
Nota del editor: Esta investigación fue producida por Futuro Investigates y Latino USA y copublicada en colaboración con El Faro English.
Están luchando por liberar a mujeres encarceladas en un país donde la definición de aborto se extiende a los abortos espontáneos. Estas mujeres me dieron esperanza en un tiempo oscuro y extremista.
Era una mañana de invierno cualquiera en mi apartamento en Harlem. Mi amiga salvadoreña C y yo conversábamos mientras tomábamos café en la cocina.
C lleva una década en la ciudad de Nueva York. Es trabajadora doméstica y vive en Queens con su mamá y su hija. Solo usaré la inicial de su nombre. La verdad es que C es una persona intachable y conoce a todo el mundo. Está siempre atenta a lo que ocurre en la comunidad latina. Durante la última elección presidencial, me mantenía al tanto de la desinformación que sus amigos y amigas compartían en WhatsApp.
Y esa mañana, mientras tomábamos café, de la nada me dijo: “María, están metiendo a la cárcel a mujeres en El Salvador”.
Fue un comentario tan inesperado que tuve que preguntarle a qué se refería.
“Si las mujeres tienen un aborto espontáneo, terminan en la cárcel”, me explicó.
Di un paso atrás y la miré de la misma manera que lo he hecho antes cuando repite alguna desinformación que ve en internet.
“¿Estás segura de que en verdad está pasando eso? ¿Estás segura de que es cierto?”, le pregunté.
“Una amiga mía en El Salvador me lo contó”, me respondió.
Me dejó intrigada.
Como periodista, uno siempre tiene que estar listo para encontrar una historia en cualquier momento, incluso durante una relajante mañana tomando café. Y una vez que la escuchas, empiezas a investigar y a comprobar los hechos.
La primera fuente que se me vino a la mente para corroborar lo que me había dicho C fue alguien que conozco bien: Cecile Richards, la hija de la exgobernadora de Texas, Ann Richards, y expresidenta de Planned Parenthood.
Richards es un ícono de la justicia reproductiva y del feminismo estadounidense. También es mi amiga. Le mandé un mensaje de texto inmediatamente, preguntándole si lo que C me decía era cierto. Para mi sorpresa, Richards me lo confirmó. Entonces supe que estaba a punto de contar una de las historias más importantes que habíamos hecho para el programa.
Desafortunadamente, esa fue mi última comunicación con Richards. Falleció en enero, apenas unas semanas después de que le escribí.
Después de confirmar lo que C me contó, no tardé mucho en actuar. Un par de meses más tarde, en marzo, la productora Mónica Morales-García y yo aterrizamos en San Salvador.
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Mi historia con El Salvador se remonta a muchos años atrás.
En 1984, escribí mi tesis universitaria sobre mujeres salvadoreñas refugiadas en Long Island. Unos años después, en 1989, viajé a El Salvador para un reportaje y luego volví al país en 2000.
En esta ocasión estaba allí para conocer a una mujer llamada Teodora Vásquez. Vásquez tuvo complicaciones al dar a luz de manera inesperada, completamente sola. Su bebé murió en el proceso y ella fue acusada de homicidio y condenada a 30 años de prisión.
En El Salvador, el gobierno cree que las mujeres provocan sus propios abortos y, por lo tanto, que son culpables de homicidio. El gobierno salvadoreño cree que las mujeres que dan a luz solas —porque son pobres, viven demasiado lejos de un hospital o porque los servicios de emergencia no llegan hasta ellas— eligen tener a sus bebés de esa manera. Y cuando el bebé muere en el proceso, esas mujeres son señaladas como asesinas.
Este reportaje resulta especialmente relevante hoy porque aquí en Estados Unidos ya existen severas restricciones a los derechos reproductivos. En Texas, por ejemplo, en 2024, una mujer que tuvo un aborto espontáneo en su casa fue acusada de manipulación de pruebas —un cadáver humano— cuando encontraron un bebé en la basura.

(Monica Morales-Garcia para Futuro Investigates)
Pero no quiero darles la impresión de que esta historia es solo triste o sombría. Una cosa que sé sobre las mujeres en El Salvador es que son fuertes.
Quiero que vean la esperanza a través de este reportaje, el trabajo incansable de las activistas feministas salvadoreñas que han construido todo un movimiento para liberar a mujeres injustamente encarceladas.
Y Vásquez, una mujer que ha sufrido más de lo que la mayoría de nosotros puede imaginar, pero que, aun así, siempre sonríe.
Después de varios días de reporteo intenso en San Salvador, necesitaba un respiro. Así que en nuestro último día allí, Mónica y yo invitamos a Vásquez a que nos acompañara a la playa. Manejamos hasta la costa del Pacífico, que está a solo 25 minutos de la capital. Vimos la puesta del sol —un atardecer absolutamente inolvidable, de un rojo intenso. Y fue entonces cuando Vásquez me contó que la última vez que había visto una puesta de sol en el mar había sido en 1997. Hace casi 30 años. Pero no lloramos por eso. En cambio, miramos el mar y sonreímos.

